viernes, 26 de septiembre de 2008

CRÍA CUERVOS


A poco de mi desembarco en la villa Santa, yo soñaba con las épicas historias que se contaban sobre "La Barraca", el grupo de teatro itinerante que fundara y dirigiera mi bienamado García Lorca. En tanto que miraba la vieja foto de un Federico de pelo al viento, sonriendo junto al camioncito de la Compañía me preguntaba qué se sentiría formar parte de algo así.
La respuesta me llegó en forma de pregunta: un grupo de alumnas me interrogó sobre la posibilidad de hacer teatro. Los gatos chicos y los profesores nuevos ansiosos del cariño de sus alumnos tienen algo en común: no conocen el peligro, así que me tiré de cabeza en "La casa de Bernarda Alba", allí donde está el alma de todas las mujeres que Lorca no quiso ser y el alma de la que sí quiso.
Los ensayos se fueron volviendo un aprendizaje no sólo porque las gurisas se devoraron el texto, sino porque fuimos entendiendo a Lorca, y a nosotras mismas cuando estábamos dentro y cuando estábamos fuera de los personajes. Fuera, por ejemplo, me aconteció me aconteció una rebelión pacífica del elenco, cansado de mi tiranía de gestos agrios ante cualquier risa inoportuna. Amanda se quitó la piel de La Poncia y me habló en nombre de sus compañeras. Desde entonces, las tiranicé igual o más, pero con sumo cariño y respeto.
De Santa Clara a aquel "pueblo maldito, pueblo de pozos donde no se puede beber el agua por temor a que esté envenenada" sólo había dos escalones de madera. Bastaba con subirlos para comenzar a ser otras.
Pero claro: uno ensaya para que un día -por fin- exista un estreno. Y esa distancia sí que fue mucho más que de dos escalones de madera: midió kilómetros de arpillera, tules y manteles de abuela, y pesó cientos de clavos y muebles que comenzaron a faltar de los hogares. Todo para que el escenario donde suelen brillar los reyes de la charanga se transformara en una espartana habitación de la casa de Bernarda. Y entonces, frente a una sala repleta, se abrió el telón y , por ejmeplo, Bernarda Alba hizo de Alejandra, Martirio hizo de María Noel y yo probé un poco de mi futuro cuando María Josefa, la anciana loca y desgreñada que quiere "un varón para casarse y tener alegría" decidió tomar mi pellejo.
Y nos subimos a algún camión y nos fuimos de gira. Pudimos habernos mareado con los aplausos , pero la realidad contiene a veces remedios infalibles contra ese mal, y la gente a veces tiene una idea cuando menos bizarra de lo que es cultura popular. Desafío al más bravo a que represente un drama lorquiano a continuación de ...una exhibición de taek-won-do (¡Sí, señor!).
Apelamos al efecto visual porque ,oír no nos oíamos ni nosotras: la gente de la cantina bebía y gritaba, la gente de la platea gritaba a los que bebían y el anfitrión del evento, en pleno monólogo de Bernarda, les gritaba a todos, micrófono en mano, que se callaran por favor.Hicimos bien en apostar a la imagen puesto que, al final, una doña, entusiasmada ante lo que pudo atisbar y seguramente viendo en su retina el luto riguroso que lucían las actrices exclamó: "¡Pero había que ver toda esa cuervada ahí arriba!" Del Teatro Solís al Circo de los Hermanos Podestá en nueve palabras.
Vino luego otra función, en otro sitio y con otras anécdotas; fuimos aplaudidas y reconocidas, y sellamos una historia que -pese a todo- jamás terminó. Yo volví a hacer Lorca y algunas de las integrantes de aquel elenco aún hoy recuerdan parlamentos íntegros de la obra.
Cría cuervos ,sí. Que te sacarán los ojos ,sí. Y dejarán entonces que veas mucho más lejos y más profundo, y que donde veías la realidad consigas hallar el delirio de lo que se puede.

lunes, 22 de septiembre de 2008

LA YEGUA HEMBRA Y LOS TIBURONES


Si tuviera que resumir mi infancia lo haría de este modo: Santa Clara y mi tía menor. Creo que jamás eché en falta tener una hermana porque ella estuvo siempre allí (y ella no me echaba de una patada para afuera porque la Adelaida estaba siempre allí). Ocurre que yo era una niñita bastante caprichosa a quien mi abuela paterna trataba cual oro en polvo y mi pobre tía se veía constreñida a un rol de acompañamiento y ayuda permanentes.
Claro que esto no le impedía hacer cosas tales como darme a fumar un cigarro a los cinco años, o quitarme las cosas para hacerme llorar y rápidamente devolvérmelas cuando la Adelaida asomaba.
Siempre le profesé un cariño cercano a la adoración. De ella aprendí nociones de Biología e Historia. A saber: mi abuela tenía un vecino llamado Teodoro cuya cabeza de pelo negrísimo era recorrida por una constrastante franja blanca; pues bien: sabiamente, Nelsa me explicó que eso se debía a que Teodoro iba a nacer zorrillo pero a último momento nació persona.
Luego vino el capítulo histórico-religioso. Mi Tío Manuel supo ejercer como carpintero y la familia solía decir que con gran destreza. Nelsa me explicó el desarrollo de ese talento haciéndome saber que el Tío había aprendido carpintería con los mismos judíos que le habían enseñado a Jesucristo. El Mundo según Nelsa me costó unos cuantos rezongos de mis padres por andar primero creyendo y después repitiendo disparates pero yo no dejé de visitarlo porque era mucho más prodigioso y alegre que el mundo real en el cual se situaba mi casa, siempre tan llena de tristezas y de reproches.
Para ser adolescente, mi tía menor, hubo primero de derrotarme, dado que yo la perseguía con mis muñecas y mis tortitas de barro; de vez en cuando accedía a mis peticiones (con gusto, creo), como cuando vestíamos a la gata Moyonga con un vestido amarillo o cuando nos sentábamos en una piedra enorme en la esquina de la cuadra y hacíamos que manejábamos un auto. Pero finalmente los novios me desplazaron y, de infanta consentida , pasé a dama de compañía cuando la Adelaida me mandaba a supervisar cada mandado e informarle de cualquier gesto sospechoso tal como hacerle una caída de ojos a un galán o detenerse a conversar. Por supuesto el parte decía siempre lo mismo: "No: no pasó nada" ,aunque hubiese estado horas sentada en una piedra esperando que terminaran los arrumacos con el galancete o ella me hubiese tirado de la parrilla de la bicicleta, nerviosa ante las palabras melosas de un cortejante.
Toda joven sueña con ir a los bailes y allí dando giros en la pista, encontrar la mirada del hombre de su vida; sin embargo lo de Nelsa no fue bien así: los giros los daba, pero la mirada con la que se encontraba era la de la Adelaida, apostada en la mesa con aire de cancerbero. Y el hombre de su vida no llegó de improviso: llegó de Aceguá y le ganó el corazón gracias a una cuestión de medida: era el único compañero de baile al que Nelsa no tenía que mirar para abajo. Ahí otra vez asumí labor de escudero y peléé lado a lado con la Flaca para que mi abuela aceptara a aquel pelirrojo medio cerril de cabello hirsuto. Fue un proceso arduo en el que la Adelaida maldecía desde la cama: "Ya vas a ver: te va a llenar de chanchitos colorados" Gracias a Dios la "maldición" se cumplió y el chanchito mayor ya va a cumplir 20 años y los menores -que llegaron juntos- cumplieron 8 (Cualquier semejanza con "Cien años de soledad" es mera culpa de García Márquez).
Pero ni los años transcurridos ni las vidas ni las muertes, le han quitado la gracia, el sentido de la realidad, la risa de trueno que estremece el barrio en las tardes de verano ni una verborragia e imaginación donde se juntan todas sus edades. Por ejemplo: para maldecir a una mujer a la que detestaba usó toda suerte de epítetos hasta llegar al peor de todos "¡ Esa... yegua hembra!" (¡¡¡) o para expresar su furia contra un ser ignorante y estúpido dio en llamarlo "Ese analfabético"
Yo sigo visitando El Mundo según Nelsa, habiendo pasado mi existencia por las inevitables sumas y restas: no tengo a mi padre, no tengo a mi madre y tengo a mi Niña Pastora. Y encuentro a la misma niña-mujer que de recién casada iba a bañarse al arroyo con su marido (y conmigo , porque la Adelaida lo consideraba más decoroso de ese modo). La misma que un día ,mientras su marido hacía cosas de hombre casado tales como observar los alrededores o ver que no anduviese alguna víbora, se metió al agua conmigo a chapotear y me invitó , feliz, a jugar con "unos tiburones amigos nuestros"

sábado, 20 de septiembre de 2008

Morituri te salutant


¿De quién puede hacerse amigo alguien que trata a la muerte como a una parienta, y que los 2 de noviembre tiene que pedir un préstamo para comprar tantas flores?: de un funebrero, por supuesto. Es el destino y otro montón de brujerías que inventa la gente para explicar la vida, que no es más que un sueño soñado por alguien (Borges: no te atrevas a reclamar la autoría de la frase desde el Más Allá).
El sujeto aludido no mora en esta villa Santa, aunque tiene un aire sombrío que lo hace ideal para habitar estas tierras.
Camina casi en puntillas y habla suavecito, marcas indelebles del oficio; tiemblo cuando abre despacito la puerta de la Sala de Profesores y con una leve sonrisa de colmillos asomados dice: "¿un cafecito"?
El oficio de triste hace que uno le cobre afecto a seres que llevan la nostalgia en la piel,aunque sonrían y no anden todo el tiempo pensando en suicidarse, por eso creo que Lamorte y yo somos casi amigos.
En cierta ocasión en que yo estaba parada y él se acercó con ese andar de Joe Black no pude reprimir una suerte de dejavou de celuloide: se me representó la escena de los westerns en que el sepulturero juna cuál de los duelistas puede llevar la de perder entonces a ojo nomás le saca las medidas para el sobretodo de madera.
Me gusta Lamorte porque reímos de lo inevitable.
Una amiga en común suele quejarse de que en un viaje semanal que hacen juntos Lamorte, en lugar de sentarse junto a ella prefiere sentarse junto a un anciano que hace el mismo recorrido con frecuencia. Ella lo atribuye a simple distracción: yo me inclino a creer en una suerte de marketing funerario.
Andá a saber a dónde nos va a llevar el destino (o esas brujerías que la gente inventa para justificar lo que nos pasa), pero si acontece que me agarra el patatús en territorio de mi funebrero favorito espero que no deje que me pongan esas coronas horribles hechas como de papel higiénico ( y que los deudos pasas 6 meses pagando en cuotas), que me haga envolver en el pabellón patrio de Peñarol y contrate a alguien para que haga chistes soeces a efectos de ahuyentar a las comadres.
Por eso Lamorte, cada vez que nos vemos ese es mi saludo. Morituri te salutant
( total: si es cierto; pasa que las gentes ignoran esas nimiedades de la existencia).

martes, 16 de septiembre de 2008

PERO CON DIENTITOS


El Barrio Frío, además de un chiflete que puede llegar a congelar al mismísimo Abominable Hombre de las Nieves, es un lugar poblado de leyendas, a las que los moradores agregan o quitan según la época, la edad del aeda y el grado de buena o mala relación entre los involucrados.
Contaba mi abuela que uno de sus vecinos en las noches de luna llena se transformaba, pero como era de índole pacífica, en lugar de metamorfosearse en hombre lobo prefería una mansa piel de oveja. El caso es que una madrugada la gente entró al campo a faenar un consumo y , cuando ya lo tenían colgando para pasarlo a deguello, en lugar del estertóreo balido del ovino se oye un claro ruego: "No me mate que soy F....". La Adelaida jamás me contó que pasó después, pero la descendencia que lleva tal apellido es prueba clara de que el matarife no sólo no cumplió su tarea sino que sólo ha de haber parado de correr allá por Cañada Brava.
La otra historia, situada por la Adelaida y mi tío Manuel allí cerquita de la cuneta junto al naranjo reza sobre un hombre que volvía a su casa en la alta noche y de pronto escuchó nítidamente el llanto de un bebé. Entre asustado y conmovido procuró entre los pastos hasta hallar en la canaleta una envoltura blanca desde donde salían los berridos. Tocado en la fibra más íntima de su ser aquel cristiano se acercó, descubrió el rosto del expósito mientras decía "Pobrecito, tan chiquitito"
Y fue lo último que dijo porque de entre el blanco lienzo emergió una cara con incipiente bozo y pronunicados caninos que, con tono de marcada ironía, dijo: "Sí: chiquito, pero con dientitos"
El piadoso caminante huyó con rumbo desconocido y tampoco nadie supo el derrotero del lobizoncito rimante. Pero yo tengo mi teoría: si con esa edad respondía ya a lo Lope de Vega se me hace que no renunció a las letras. Estas tierras han dado y siguen dado ingenios endiablados que poseen talento y bigote.
Yo voy a seguir investigando.

UN LOBIZÓN AMIGO MÍO


Dedicado a Gerte

Definitivamente esta ya no es la Era de Acuario ni la Era del Vacío ni nada de eso: es la Era del Lobizón. Por doquier alguien manifiesta haber visto uno. Aguardó pacientemente a que un imperfecto sosias -el Chupacabra- gozara su cuarto de hora y por fin encontró su momento de lanzarse al mundo rural en busca de su merecido trono de aullante merodeador.
Suele elegir doñas que moran en apartadas viviendas y su mayor placer es asustar; los indagados no han hablado de daños mayores salvo algunos empujones y un palazo propinado a un irreverente que pretendió eliminar aguas menores a la intemperie de una luna llena (bicho respetuoso de los astros el lobizón).
Se ha sabido también de un lobizón parlante pero que a esa agrega otra peculiaridad: maldice en portuñol. Véase: en ocasión de que la señora asediada por la criatura que merodeaba la casa atraída por las luces (¿algún gen de barboleta tal vez?), se atreve a mirarlo de cerca y apreciar múltiples detalles ( nunguno de los cuales la sedujo) ordena abrir fuego contra el engendro, quien, saltando un alambrado de siete hilos vocifera: "¡Me diste, filha da puta!"
Debo aclarar a los lectores que ete último testimonio me fue transmitido por un amigo que suele gustar de la noche, frecuenta señoras solas so pretexto de hacer trabajo social y tiene un aceptable dominio del portugués. Dios me libre de levantar sospechas en su contra pero -por si acaso- los viernes de luna llena no le abro la puerta de casa ni con orden judicial.

QUE NO LAS HAY, NO LAS HAY


Siempre me sentí una imbécil a la hora disfrazarme de bruja y salir con una calabaza anaranjada de plástico arreando un grupo de niños que mascullaban "Dulciutravesura", aipiñándose unos contra otros y muertos de verguenza, cumpliendo de este modo con el sacrosanto ritual del Halloween.
El Halloween en Santa Clara merecería un estudio aparte. Siempre me he preguntado qué pasa por la mente de los pasivos que esperan sentados a la puerta del Banco mientras pasan unos niños vestidos de algo indefinible: medio Jason, medio cow-boys, medio vampiros y más atrás una mujer envuelta en cuanto trapo negro halló en el ropero y tratando de lucir diabólica.
La madurez y los años de teacher me enseñaron a respetar una maravillosa tradición céltica en que los antiguos druidas espantaban a las almas de los muertos para que dejasen a los vivos seguir en la suya buenamente. Pero en lo que además respecta me seguí sintiendo una imbécil sólo que ahora ,además, temo que algún druida indignado me fulmine de un rayo iracundo. Espantoso final el de acabar en plena calle convertida en un emplasto de PVC anaranjado y caramelos de banana.