miércoles, 23 de septiembre de 2009

LOOK SAUVAGE


Mirarse al espejo es un ritual antiguo como el que más: puede uno mirarse para retocarse el rimmel, para acomodar el jopo, para cubrir la calva con los cabellos sobrevivientes, para arreglarse el bigote... todo va en la edad, el sexo y demás condiciones. Yo también formo parte de los narcisos que asoman diariamente a ese engendro cruel que miente menos que el mejor de los amigos. La diferencia es que lo hago tan sólo para pintarme los ojos ... y comprobar que mi cabello está como siempre: alborotado sin remedio, orientado a los cuatro puntos cardinales.
La mayor parte de los días presento un aspecto de venir bajando de Sierra Maestra sólo que sin barba (de eso se encarga mi pinza de cejas). Y las cremas antifrizz no pueden luchar contra los vientos de primavera, esa manga de demonios desatados por el Barrio Frío.
Hago estas profundas reflexiones previo a lanzarme a una nueva jornada de soplos violentos en la Cuchilla Grande. Andaré por la principal avenida luciendo como la hermana menor de Mufasa, el padre del Rey León, pero es el precio de la libertad: ni planchitas, ni laciados ni rodetes: puro cabello desmandado y enemigo del peine.
¿Serán los beneficios de la madurez? ...¿o los primeros vestigios de la senilidad? Se aceptan apuestas.

lunes, 21 de septiembre de 2009

LA DIMENSIÓN ALMODÓVAR


No recuerdo exactamente cuándo dejó de ser así pero, en mis veintes el mundo solía estar dividido entre la gente a la que yo pertenecía ( o creía pertenecer) y el resto de innombrables criaturas llenas de rituales de consumo, blusitas con hombreras y aspecto de señoras. En la parte de mundo que yo habitaba, en aquel territorio liberado, estábamos los que hacíamos todo a conciencia y militábamos contra el establishmen. Andar de alpargatas donde se pisaba de tacos, poner cara de asco cuando pasaba un desfile militar, mirar con un dejo de conmisceración a quien nunca habia entrado a Cinemateca: esa era la actitud correcta.
Lejos estaba yo de saber lo que el tiempo y los años terminan por hacernos (y enseñarnos). No importa cómo te imagines o planees el futuro: él siempre se las arreglará para resultar otra cosa. Algunos llamarán a esa transformación de tolerancia, otros decadencia; alguien dirá que es madurez, y alguien más sostendrá que es resignación.
Fukuyama nos asustó con el fin de la civilización y la gente se puso a vivir como locos, por si era lo mismo que el fin del mundo ( total: tampoco habíamos leído a Nostradamus).
Más allá de los más allá estaban los 30, a los que entré como Kanela en Isla de Flores. Después las llamas se volvieron brasas y algunos príncipes que faltaron a la cita enviaron sapos en su representación. Y comencé a descubrir que, además de la biografía del Ché y la de Novalis, la azarosa existencia de Moria Casán con sus maridos dependientes y medio golpeadores resultaba interesante, así que me dí al consumo de historias baratas (en la misma clandestinidad en que oía cumbia).
Empecé, pues, a bajar la ladera del Olimpo. Por el camino hallé a Compay Segundo y Buena Vista Social Club, a Carlos Gardel, al Conjunto Casino, a los tapados de feria americana, a las ominosas botas de goma para afrontar los diluvios de Santa Clara ... y tanto más.
Del planeta Borges al planeta Benedetti. De la dimensión Wim Wenders a la dimensión Almodóvar, a descubrir el mundo real,, bizarro y sentimental, repleto de nobles y retorcidos. Hallé cómplices ante los que revelar que siempre amé a Sandro, que no enriquecí mi vocabulario leyendo a Flaubert sino a Corín Tellado, que Onetti me cansa y que siempre lloro con las comedias rosa.
La dimensión Almodóvar es -definitivamente- mejor: está perdonado no saberse la discografía completa de Nick Cave y el preferir las ofertas de Tiendas Montevideo a las carísimas inutilidades de la Compañía de Oriente.
Bamboleando mi humanidad en la cumbiamba y pedaleando las calles de la Villa Santa vine a entender que ser elitista no es lo mismo que ser culto, que ser inteligente no exige ser intolerante, y que había pasado media vida armando un personaje para que me quisieran, un nombre para entrar en el templo de los iniciados y cuando llegué a la puerta ... simplemente no valió la pena entrar.
Puedo discutir qué es un paradigma mientras oigo en el asiento de al lado quién dejó a quién por quién. Eso es mucho más parecido a la vida que empaparse de teatro experimental y música de vanguardia para luego apretujarse en un Mac Donald´s por una cuarto de libra con queso.
Entonces Maestro Almodóvar: estoy lista; ya puedo usar ropa a lunares y cantar música demodé. Lo supe la mañana en que mi hija me esperó en el patio de su escuela con una sonrisa más ancha que mi vida toda ... y la maestra nos puso a bailar en ronda, agitando corazones de cartulina y cantado con el inefable Palito Ortega "La sonrisa de mamá"