miércoles, 2 de diciembre de 2009

LOS MUERTOS QUE NO MATÁIS



Una buena amiga se sintió culpable porque hace un tiempo me abrió el mundo de Gabo Ferro y ahora, en pleno auge de mi crisis depresiva, suelo escucharlo. Pero no hay por qué atormentarse: no hay músicas “suicidantes” y Gabo es, además, una criatura que está más allá de la tristeza y la alegría: es belleza en estado casi puro.
Pero estos diálogos con mi amiga la Atormentada me hicieron derivar hacia otros pensamientos: ¿por qué oigo música tan melancólica, desgarrada, nostálgica? ¿Por qué me fascinan las tragedias de Shakespeare y los héroes muertos de Homero? Y la respuesta no sé si “está soplando en el viento”, pero se me ha acercado, silenciosa: porque creo que el sufrimiento humano se sublima en el arte, porque los fantasmas más tenaces del hombre se exorcizan en los poemas, en las novelas, en un drama.
No tengo que procurar a Coelho o Buscaglia para hallar algo que me reconforte el alma, para que levante el ánimo: para eso me tomo un vino. La literatura y el arte no son pastillitas para no sufrir: son –a mi entender- esencia vital que a veces te fortalece y otras te deja desamparada ante tus propias flaquezas, pues allí están los miedos y la gloria de UN SER HUMANO que, como cualquiera de nosotros, en algún momento sintió el escalofrío de estar vivo
¿Por qué Aquiles es tan bello?(*) Porque Homero sabe que va a morir; desde que zarpa rumbo a Troya, al frente de los mirmidones, comienza a navegar hacia su propio fin. Aquiles es hermoso y trágico, es violento y caprichoso a veces, pero, por sobre todo, es el hombre asumiendo su destino :
Entre una vida larga y apacible rodeado por numerosa descendencia, y una vida brfeve, coronada por la inmortalidad de la gloria, eligió esta última. Por eso lo veo venir eternamente, con su armadura que brilla bajo el sol troyano, él mismo convertido en un sol funesto. Y allí, a las puestas de la ciudad está Héctor, Domador de Caballos, el hijo, el esposo, el padre, el protector. El también eligió morir, pero no por la gloria sino por los suyos. Su mujer se lo predice: “Desgraciado: tu valor te perderá” Y a los dos héroes le llega ese momento supremo, eso que , en algún momento Homero retrata diciendo “…y la noche cubrió los ojos del guerrero”
No le rindo culto a la muerte (ni Homero lo hacía): apenas me estremezco ante la belleza que emana del héroe entregando su vida.
¿Por qué Macbeth es tan fascinante? Porque vende su alma y cuando llega la hora de la verdad –arruinado y cercado como una bestia salvaje- comprende que son otras las cuentas a pagar y las paga con su vida, sin llantos, sin ruegos.
La muerte no es hermosa: hermosa es la dignidad del hombre ante ella, o la mirada del poeta que en ese personaje que se ve a sí mismo y nos ve a nosotros.
Cuando Hamlet cierra los ojos para siempre y Horacio lo despide diciendo “Feliz noche eterna, amado príncipe”, allí no se glorifica la muerte sino que se reivindica la vida, pues la existencia de los sobrevivientes está, para siempre, resignificada.
Y me quedo pensando en el abanderado Cristoph Rilke, (**)en su noche de amor y su amanecer de gloria y muerte, rompiendo las líneas enemigas, empuñando la bandera: pureza del ideal por encima de la sangre y el lodo.
A veces creo que –en realidad- los héroes de ficción mueren para que los antihéroes del día a día, sigamos en esta vida, herederos extraños e impensados de la grandeza que ellos le dieron.
En resumen: por ahora no me pienso morir, sea porque Troya queda lejos y está medio ruinosa, o porque Shakespeare no se va a enterar. Algún tipo de gloria me espera-lo sé- pero la tengo que hallar antes de que se me acabe el pasaje. Aspiro , asimismo, a algunas loas póstumas ya que buena gente soy y alguna que otra cruz he cargado , aunque sea en el bolsillo (lástima que a la canonización no llego, por exceso de parranda).

(*) Me refiero al Pelida Aquiles, héroe de La Ilíada y no al modelo de Calvin Klein que es Brad Pitt en la película Troya.
(**) “Historia del amor y la muerte del abanderado Cristoph Rilke” de Rainer María Rilke

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te acompaño querida... y te abrazo; Gabo