viernes, 9 de abril de 2010

¡ PERRA !



Hay quienes creen firmemente en la reencarnación y en el karma, algo así como una tarea pendiente o una culpa de otra vida que hemos de pagar en esta. Pues bien: hasta hace muy poco yo descreía olímpicamente de tales cosas, me sonaba extraño eso de tener una existencia con una especie de régimen de asignaturas correlativas.
Claro: todo eso antes de que ELLA apareciera en nuestras vidas: en la mía, en la de Pastora, en la de la niñera de Pastora y en la de todos los moradores del barrio y transeúntes ocasionales.
Llegó a nosotros como una simpática criatura de gesto amable, mirada tierna y aire de desprotección… y ahí fue quedando. Pero bien pronto revelaría otra faceta: la de feroz perseguidora de vehículos de pequeño porte que pasaran por nuestra calle. Era escuchar el ruido de una moto o ver pasar alguien en bicicleta y quedaba poseída por no sé qué demonio , entonces allá salía corriendo, ladrando y mordiendo. Claro está: la gente insultaba a los cuatro vientos mientras se precipitaba en la canaleta o hacía eses por la calle tratando de zafar de aquel engendro peludo. Horas o días después –cuando pasaban a pie- aprovechaban la oportunidad para recriminarme el insuceso en el entendido de que aquella criatura iracunda me pertenecía. Y allá salía yo a explicar que no, que simplemente había aparecido y había decidido quedarse, como antes lo había hecho el gato barcino y como también lo habían hecho las dos gatitas intrusas y como también determinó hacerlo la pequeña perra que otrora fuese de los vecinos.
Al gato lo acepté y lo amé hasta el fin de sus días; a las gatitas las mandé a volar tan pronto encontré quien cargara con el fardo y a la perrita le entregué mi sillón y le compré una cucha. Pero a esta otra criatura de los avernos no la quería cerca de mis dominios, sólo que tardé en darme cuenta que era inmune a todo intento de abandono y/o intimidación.
Pastora intentó ponerle nombre pero sabido es que ponerle nombre a algo es de alguna manera poseerlo y entonces me negué. Claro<. La escena cotidiana era: yo abría la puerta y gritaba cada mañana: “Salí de ahí, Plaga!” Resultado:la abominable criatura acabó asumiendo que Plaga era su nombre y respondía por él.
Las cosas empezaron a cobrar un matiz cada vez más grave, los ataques se volvieron más frecuentes… y entramos en la crónica roja: decidí entregarla a la justicia. Tras el último ataque resultado del cual la bolsa de compra de una señora quedó hecha flecos, llamé a la policía.
-Riiiiing
- Buenas tardes, seccional X, aquí el agente XXL. ¿En qué le puedo servir?
- Mire, agente XL, aquí tengo una perra que en realida no es mía pero todos
creen que me pertenece y como ataca a todo el mundo que pasa temo que
provoque un accidente y bla, bla , bla
El respetuoso agente se solidarizó con mi causa y me dijo que la atara y esperase a a que ellos la fuesen a buscar. No creí del caso comentarles que el animal no había sido atado en toda su vida y munida de un collar y una piola me di a la tarea más parecida a la doma de baguales que ya he hecho en toda mi existencia de 40 años. Tras lograr mi objetivo me senté a esperas que llegaran los agentes del orden. Éstos llegaron… cinco horas más tarde; para entonces la furibunda criatura se había liberado y andaba asolando el barrio otra vez.
Dos días y una mordedura a motociclista después:
-Riiiiiiiing
- Buenas tardes, seccional X, aquí el agente XXL. ¿En qué le puedo servir?
- Mire, agente XXL, aquí tengo una perra que en realidad no es mía pero todos
creen que me pertenece y como ataca a todo el mundo que pasa temo que
provoque un accidente y bla, bla , bla
- Bueno, en realidad, lo tengo que consultar con el oficial (¿??????????????????)
- Está bien, le agradecería que tomaran alguna medida.
La cuestión le debe de haber planteado al oficial un dilema moral que lo sumió en el más profundo silencio porque pasó más de una semana y nada aconteció, entonces la montaña decidió ir hasta Mahoma. Aprovechando que la astuta creatura me seguía a sol y a sombra marché rumbo a la comisaría a entregar a la agresora contumaz.
YO: Buenas tardes
PERSONA DESCONOCIDA SIN AIRE DE POLICÍA: Buenas tardes
YO: ¿El agente de guardia?
PERSONA DESCONOCIDA: Ya viene
AGENTE: Buenas tardes ¿Qué deseabas?
YO (agarrando la perra amarilla del collar). Vengo a entregar esta perra porque bla, bla, bla
AGENTE: ¿Y yo que hago ¿
YO: Ni idea tengo
Entonces el diálogo mudó abruptamente y dio lugar a una escena surrealista de aullidos, empujones, frases pretendidamente tranquilizadoras, ladridos y otras voces humanas y animales.
Tan pronto como pude, cerré la puerta y me fui, dejando atrás aquel batifondo. Sólo entonces reparé que la fiel y pequeña Shakira, también me había seguido y participado activamente de la operación, tan activamente que, en su desesperación por proteger a su amiga canina, me destrozó la falda del vestido sin que yo lo percibiera, por tanto cuando salgo a la calle me vi poco menos que en paños menores.
He hecho variados y memorables papelones pero no estaba dispuesta a agregar este a mi currículum, por tanto, agarrándome la pollera como china que baila pericón, crucé la calle y entré a la Imprenta:
- Mirta: ¿tenés alfileres de gancho?
- No, no tengo
- ¿Y máquina de gancho aunque sea?
- Ah, eso sí
Minutos después me hallaba otra vez en la calle con un extravagante modelito de tela engrampada, hecho con mi preciosa solera de bambula negra pero tranquila de haberme librado de la Plaga. Esa noche dormí hasta soñar con los angelitos.
Mañana siguiente. Abro la puerta ¿y qué veo?: a la Plaga, libre, leve y suelta. Ahí comencé a creer en que se trataba de la reencarnación de algún espíritu que me persigue de vidas anteriores, pero como tengo tan mala memoria no puedo recordar qué le hice en mi reencarnación previa. Allí estaba una perra que había burlado a las propias fuerzas del orden y a un intento de envenenamiento (no de mi parte, aclaro). Y me rendí.
Fue entonces cuando mis inefables amigos Maese Carpintero y Kid Abelha se ofrecieron a llevarla y liberarla cerca de algún establecimiento de campo donde no pasaran motos ni bicicletas.
Maese carpintero, confiando en el encanto de sus ojos azules le habló con ternura y la convenció hasta ponerle una cadena mientras me explicaba que con ternura todo se logra (parecía John Lennon cantando All you need is love). Todo bien hasta que la subieron en el carrito en que transportan las abejeras y se pusieron en marcha. Ahí revivió la bestia que se lanzó del carro como un kamikaze japonés, quedando colgada y dando unos aullidos que se oían a dos cuadras. Chau Paz y Amor. Pero mis inefables amigos de la Miel no se dieron por vencidos, la volvieron a cargar y finalmente la Plaga emprendió su viaje –esperemos que sin retorno- hacia la vida a campo abierto, hacia la libertad de morder a otros que no yo ni mis vecinos.
Pero de cuando en cuando me pregunto si no habrá algún plan siniestro detrás de todo esto ya que si bien la perra amarilla se fue,en su lugar entró Panchito, un simpático salchicha marrón, cleptómano, vagabundo y perseguidor de maestras, que además excava mi terreno sin parar y ha reducido la mitad de mis plantas a un dulce recuerdo.
Mi existencia está signada por los perros y ya lo asumí … sólo espero que la próxima no me tiren con un Gran Danés.

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