domingo, 3 de febrero de 2008

PALABRITAS

Hace tres días comenzamos un nuevo capítulo de las enfermedades familiares, esas que ya traen una espada de Damocles incluida. Y bueno, otra vez todo: la palabra cruel, la incredulidad, la negación, el viaje hacia adelante en un tiempo que se presume doloroso y de siempre despedida, luego el regreso al presente y un pacto con la esperanza. Y la otra parte: el médico, ese universo de lo dicho y lo sospechado, donde una palabra a veces es lo que te separa del infierno tan temido, un pequeño universo gigante donde las palabras cuando cobran diminutivos se vuelven enormes: el tumor deviene tumorcito, el nódulo es un nodulito, la camilla es una camillita.
Estar arrasado por la tristeza es algo por lo que todos alguna vez pasamos, como por el amor, el miedo o la furia, pero a esa corriente hay que remarle en contra., más que a cualquier otra. ¿Y qué hago yo ante la evidencia material e irrefutable? ¿Qué hago yo por esa doña que está en todos los capítulos de mi historia? La recuerdo, la recuerdo y la recuerdo ahora que está, ahora que es. Tal vez si me apodero de sus pasos cortos, de sus santitos, de su voz de soprano y de todas sus obsesiones no se atreva a irse.


1 comentario:

Eugenia dijo...

Carmen, te puse un link en mi blog, para que dejen de preguntarme que es Santa Clara.
Si, prefiero que lo vean desde tu punto de vista.