miércoles, 23 de abril de 2008

LA MOROCHA DEL CIRCO




Nunca fui una buena espectadora para el circo: los payasos me daban tedio, los malabaristas me ponían nerviosa, los leones me daban tristeza y los monos y perros de tutú , andando en bicicletas de miniatura me daban indignación. Tal vez por eso de niña dejaron de llevarme: porque, paralelo a la actuación, yo iba haciendo un recuento que deprimía al más entusiasta.
Pero hace una semana, caminando rumbo a mi trabajo en Cerro Chato, alcancé a ver un afiche en una vidriera céntrica. Y el nombre de los dueños del circo me trajo el recuerdo de una mujer esbelta que se elevaba por los aires suspendida de su propio cabello y de una niña que de día corría conmigo en el patio de la escuela y garabateaba unas letras enormes, y que de noche parecía el hada Campanita, balanceándose en el trapecio y luciendo una sonrisa más grande que su propia cara y mayor que su propia edad.
Aquellos eran días en que el pueblo comentaba el tamaño de la carpa,la belleza de las artistas,el atractivo de los artistas- eternas promesas de un romance arrebatador- y, sobre todo, el grado de flacura de las fieras cuando las hubiese, detalle preocupante dado que influía directamente sobre la población de gatos domésticos. Al menos mi abuela Carmen trancaba bajo siete llaves a la gata de casa diciendo que no la había criado para que fuera a dar a la panza de un león muerto de hambre.
Evidentemente el masoquismo es uno de mis fuertes ya que, con todas las miserias humanas y animales que el circo me revelaba, yo no dejaba de ir una sola noche mientras éste se hallaba en Santa Clara y sufría en silencio pensando en que el tragafuego se pudiera quemar la lengua o compartía la contrariedad del malabarista aficionado que dejaba caer diez veces las pelotitas de colores hasta que se retiraba del picadero, derrotado por la ley de gravedad.
Entonces, tras los números circenses, se iluminaba el escenario y comenzaba la obra, acto que le otorgaba a aquel espacio, el nombre de Circo- Teatro. Allí uno descubría entre tantas otras sorpresas de la realidad que Juan Moreira era también el lanzador de cuchillos, que, además, se parecía sospechosamente al señor que cortaba las entradas. Y la china traidora que por despecho delata a Martín Aquino lucía muy, pero muy parecida a la voluptuosa señorita que rezaba mientras los cuchillos volaban en su dirección y, como si fuera poco, parecía gemela de la muchacha que vendía el pororó. Pero ninguna de esas tretas de la realidad podían con el encanto de la ficción y es así que Mónica mi amiga lloró ocho veces con "El derecho de nacer" aún cuando ya recitaba de memoria por lo bajo la escena en que Alberto descubre quién es su verdadera madre.Tampoco nos dejamos persuadir el día en que Juan Moreira, desacatado, arremetió contra los soldados formados sobre el fondo del escenario y nos percatamos de que habían caído cuatro pero sólo se incorporaron tres: el otro había caído de cabeza para atrás del tinglado impelido por la fuerza de un actor que incorporó en matrero.
No he vuelto a presenciar una función en muchos años; tal vez un día de estos, si retorna el circo al pueblo yo vuelva, a revivir esa ilusión compartida y probar a ser otro por un rato o a creer en lo que los otros no son.

8 comentarios:

Noël dijo...

Estar presentes en un espectáculo circense o teatral, es como que te hace partícipe con cada sentido, de las historias que cuentan.
Notable.
Beso.

Saraza dijo...

¿Me leíste el pensamiento o te lo dije? Me trae tan lindos recuerdos el circo, que le había comentado a Eugenia que estaría bueno que escribieras sobre eso.

Siempre me acuerdo del algodón de azúcar (que sólo en esa ocasión lo podíamos comer en el pueblo), y en teatro, de la interpretación de "Dionisio".

Cuando empecé a leer pensé que ibas a hacer el cuento de "abrazala que es tu madre!"

Salutes!

Iso

Carmen Ramírez dijo...

Mistique: es una forma única de la ilusión aunque tenga un dejo de nostalgia. Abrazo y beso.
Saraza: el "Abrazala que es tu madre" merece una historia aparte. Los circos de pueblo son un mundo bizarro. Besos y (un) abrazo: reparta ahí

Eugenia dijo...

que cuente lo de Abrazala que es tu madre!!! eso fue lo mejor del Circo ( en que año habrá sido?)

Equipo de trabajo - Evaluación dijo...

juaaa, el de abrazala que es tu madre, fué el tio Caco!! Tanto se creyó que la historia era verdadera, y se ve que le pegó tan fuerte el sufrimiento del niño que no resistió la segunda función!! Exelente el relato Carmen, no quiero decir que es "tal cual" porque te la vas a creer, pero me encantó! Beso
No vayas a contar las andadas de garrón en los barquitos a la salida de los bailes porque no da, es un lugar público.

Carmen Ramírez dijo...

Nooo: los parques son otra historia. Un día de estos me le animo. Saludos a todos tus yo del equipo

Vico dijo...

Carmen, este post es un relato sin desperdicio alguno. Hasta ahora ha sido el que mas me ha gustado. Cuantos escritos de calidad he encontrado entre los bloggers uruguayos!

El final "No he vuelto a presenciar una función en muchos años; tal vez un día de estos, si retorna el circo al pueblo yo vuelva, a revivir esa ilusión compartida y probar a ser otro por un rato o a creer en lo que los otros no son."

es el que debe ser. No habia otra frase mejor para cerrar el post.

El circo, cuando nina era una ilusion hasta que aparecian los animales, y ahi me deprimia tanto que decidieron no llevarme mas. Sufria viendo a los animales hacer cosas que los humanos querian que hicieran para obtener dinero y otro boludos nos rieramos o asombraramos de ello. Tenia cuatro o cinco de edad cuando deje de ir, desde entonces ya sentia una especial empatia por los animales mas que por la gente.

Gracias por compartir tus letras.

Un abrazo.

Carmen Ramírez dijo...

Charru: mil gracias. Es fantástico como hay exoeriencias que te llevan hacia lo esencial, lo compartido con otras. Celebro esta voluintad de volver a escribir esas historias en un tiempo de cambios para mi vida.
Abrazo