martes, 11 de diciembre de 2007

ANOCHECE EN "EL GALEÓN"

La noche anda cobardeando y no se anima a llover como Dios manda; se la pasa de relámpago en relámpago y se va en amagues. Día bien trabajado. Estoy satisfecha por eso,pero más satisfecha porque las musas de delantal y pantuflas parecen querer regresar. Hoy la inspiración fue cortesía de Pereira y su grey carretera."Aguardando a Pereira", ¡qué título para un relato costumbrista! Y ... costumbre ya son las interminables esperas, cada una poblada de anécdotas.A las siete y diez de la tarde-noche, comenzamos a tener la impresión de que es hora de poner los platos a la mesa y luego buscar el calor de la camita. Sentados en el comedor de El Galeón, otrora templo de la cumbiamba, resistimos heroicamente a Mario Silva ultrajando una canción de Maná y a Rodrigo vociferando canciones de su autoría. Las últimas luces del día de llevan la bullaranga a otra parte y nos dejan las guitarras tristonas y profundas del folklore. De a poco, los desalentados esperantes nos hemos reunido en torno a la estufa apagada y tarareamos una zamba de Cafrune: "Han comenzao las cosechas / los chango ´a las viñas van".Borrás corre bajo las mesas y da pequeños saltos persiguiendo a un ratón astuto (o imaginario porque ¿quién sabe realmente qué hace un gato para matar el ocio?). Pasteles rellenos de abundante dulce de leche y algún alfajorcito de añadidura calman el estómago. Algún cigarrito desfía la censura de Ema. EL horóscopo ya nos ha dicho cómo ser felices y prósperos. En la parrilla de Ramoncito, la carne es cada vez menos vaca ymás asado ante nuestros ojos codiciosos.. No es mala idea ir familiarizándose: como van las cosas es probable que la cena nos agarre por aquí nomás.Truenos, relámpagos, lluvia, oscuridad afuera. Adentro, mesas de casín, almanaques, puertas con cortinas de flecos (de las de antes, de nylon), paredes manchadas de una humedad histórica y , junto a ellas, vinos cuyo año de cosecha desapareció más o menos junto con el esplendor de la pintura verde. A la izquierda de la estufa, un chimpancé de camiseta y championes declara "Yo voto a Menem ¿y usted?"El estar juntos a esta hora crea una rara intimidad, un sentimiento de familia. Es la hora en que las madres comienzan a hacer ruido en la cocina y la vida mira puertas adentro.Enrique y el Excelso caminan a la intemperie, Lears criollos en el páramo.Segundo tiempo: llega Pereira. Ema lo recibe con un "¡Yo sabía que iba a venir, estaba segura de que nos vendría a buscar!" Por un instante parece que ha llegado Jesús. En fin, nuestro enfurruñado Mesías arranca. Ema tararea: "¡Qué bueno, qué bueno!", como si nos hubiésemos montado a una calesita.Ni bien plantamos nuetras humanidades en la camioneta verde uno de los pasajeros nos advierte: "Miren que la rótula viene atada con alambre y la única rueda que frena es esa de ahí adelante." En el mundo de Pereira a nadie inmutan esas pequeñeces.Salimos a la noche y nos toma por asalto la belleza: el mundo es una inmensa tela oscura, un gigantesco escondite en el que los relámpagos delatan árboles y cerros que vuelven a perderse presurosos, irreales. Marchamos sin hablar; presumo que alguien reza (y no es mala idea). El ronquido del motor es una nueva forma del silencio y aquí dentro reina la misma oscuridad que allá afuera; somos apenas siluetas sin luz ni gesto visible. Parece que marcháramos hacia una suerte de Apocalipsis. Destino intermedio: Santa Clara que, iluminada y silenciosa, parece ajena a la furia que vimos allá en el campo.Con los ojos aún asombrados de luces fulminantes me despido y vuelvo a la normalidad de tierra firme.
21 de agosto de 2000

No hay comentarios: