martes, 11 de diciembre de 2007

HOJA DE RUTA

Orgullosa y envidiosamente me declaro de "los de a pie". Los incesantes ires y venires de esta jornada me ratificaron en el cargo de peatón. Una bicicleta difícilmente califique para indicador de status y mucho menos como elemento de confort.
Hace unos días mientras pateaba furiosamente contra el viento,pensaba en cuánto ve uno andando calles, en lo singular que es la visión del caminante. Conozco de memoria las piedras que debo esquivar, el pastito que está firme los días húmedos, luego de la lluvia; conozco el sonido de los motores de aquellos autos que me pueden dar un aventón; sé dónde están los perros malos. Jamás pensé que pudiera regocijarme en la rutina.
Cada mañana bajo la escalera y comienzo a andar por la callecita. Casi llegando a la Sala de Auxilios me cruzo con Julio, el camposantero, que viene pedaleando en su larguísima bicicleta. Miro a un lado y a otro y cruzo,tomando la cortada de la garita. Llegando a lo de Lopecito intercambiamos saludos y continúo hasta las carcajadas y la voz de Nibia. El Colorado espera para subir al ómnibus del Canario. Aún no miro el reloj pero sé que son las ocho menos veinticinco pasaditas. Los dos eternos perros juegan en el medio de la calle: uno ya está veterano para el chiveo pero el otro es pequeñito y entusiasta. Justo frente a la escuela me cruza Marquecito, que trae los niños de campaña. Bueno es señalar que muchas veces ha aliviado mi caminata llevándome a destino.
Si toca seguir andando a pie, tomo la plazoleta, evitando escrupulosamente los cuadros negros que me podrían acarrear desgracias tales como la suba del dólar o la soltería : sólo piso los cuadros blancos que me aseguran una realidad tranquila donde sube el dólar y yo soy soltera. Al pasar dialogo con el Negrito, un minúsculo can de vocación para la sociabilidad. Paso bajo el monumento a Artigas, que se hace cruces temiendo el próximo homenaje de nuestras fuerzas vivas.
Terminan los canteros. Cruce a la derecha con saludo al panadero incluído. Algo más adelante está el Piluca que, amablemente, me llama gurisita,; junto a él se halla Simón antes un perro blanco y perseguidor de bicicletas y afines, ahora un perro sucísimo que ha llegado conmigo a un pacto de no agresión desde que rompí mi birodado.
Entrada al Liceo. Saludo en la puerta derecha a María y a la izquierda al maremágnum de mis colegas, Timbre y al ruedo.
Viernes 13 de Setiembre de 2003

2 comentarios:

Equipo de trabajo - Evaluación dijo...

Está muy bueno, me cagué de risa. De más está decir que el camino y la rutina es otra, los días de lluvia, a las 3 de la tarde si el sol es fuerte, o un domingo. Eso de que la realidad es distinta vista por un peatón lo viví en carne propia cuando anduve por primera vez en bici en Montevideo. No te imaginás cuánto podés llegar a odiar el repecho del clínicas, o al 64 cuando te pasa a diez centímetros. Me encantó el blog, lindo el diseño también.

Saraza dijo...

Hola, como estás? Soy Isolda! También me gustó mucho el blog, me lo leí entero cuando Luisa me lo pasó.
Este post en particular me hizo acordar a mis caminatas al liceo, en las que compartía parte de tu trayecto. Tengo algunos mismos recuerdos, pero los mios son un poco menos "ruidosos" porque yo siempre pasaba luego de las 8, hora en que los escolares ya estaban adentro, y las madres y camionetas que llevaban gurises ya no estaban en la vuelta.

Nunca faltaba el grito del "Coco" sentado en la vereda de la sucursal "Tas llegando tarde sinvergüenza!" Algunas veces me juntaba en el camino con Edinson, que con cara de dormido y los pelos aún sin peinar, también llegaba tarde a clases.

Felicitaciones y seguí escribiendo!!