martes, 11 de diciembre de 2007

MIRÁNDOME MIRAR

Un domingo de lluvia resumiría la imagen de Santa Clara; lo digo por el recogimiento, la melancolía, el sentarse a mirar lejos (porque si llueve hay apagón, en fija), el olor a torta frita, las carreras de los gurises en los charcos mientras el agua es suavecita, el sentirse protegido. La lluvia es linda y poética, pero más linda aún si se la contempla bajo un techo. Luego de una pesadilla horrenda como la que tuve esta madrugada, me hizo mucho bien salir a hacer los mandados, hablar por hablar, comentar esas cosas que mucho no le interesan ni a quien las dice ni a quien las oye. El clima estaba raro: una especie de cerrazón se había instalado en el aire y las nubes hacían el resto. Una vez llegada mi humanidad al Centro (kiosco y almacén), comenzaron los truenos y las gotas. Casi diría que sentí placer ante la perspectiva de andar camino bajo un agua mansa; la otra alternativa era ofuscarme ... y, de todos modos, tenía que regresar.
Entre charla y charla paró la lluvia y arranqué para estos lados. Parado a la puerta, convocando a su niño y a otros, estaba el Agropecuario; su invitación a tomar unos mates fue el pretexto para un rato de esos buenos en los que uno no siente ganas de ser otra cosa que uno mismo.Departí con la flia, me deleité ojeando algún material viejísimo que llegó a mis manos, hice dormir a la niña (que enseguida se despertó), y continué por la huella. He llegado a admirar la devoción con que este hombre atesora libros y revistas, panfletos y otras yerbas, y a compartir el placer de reconocernos en esos testimonios o de rescatar momentitos o largos ratos del pasado
Bien, el clima está definitivamente raro: los truenos dicen una cosa y la incipiente claridad del cielo otra. Son las tres de la tarde y el verde revive en los yuyos que ascienden por el terraplén, en el cañaveral del otro lado de la calle, en los árboles que ya son de otro barrio, de otra calle, de otra gente. Por comodidad más que por voluntad poética he preferido adivinar la geografía de esos otros lugares en vez de recorrerla. Y recién ahora empiezo a comprender la importancia de mirar para afuera que, muy en el fondo, no es otra cosa que "mirarse mirar"

Domingo 11 de febrero de 2002

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